Un día en un frío invierno

Que se te congele cada fibra de tu ser y que la mirada se te nuble al no tener el impulso de oxígeno hacia tu cerebro. Sentarse por sentir que vuelas, que tus pies no tocan el suelo y tener la mirada totalmente perdida. No te rompas las manos de cristal,o más bien, de porcelana fría, mejor helada...

Y cuando la sangre se calienta, riega, el conocimiento regresa de su viaje a los sueños muertos... Vuelta a la normalidad, te levantas y sigues con tu vida, hasta el próximo paseo. 

Hasta pronto.

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