Como gotas de agua fría

Foto: Bosque de Bialystok, Polonia.

Y es de esas veces que te das cuenta que esa persona que estaba tan conectada a tí, deja de estarlo. 

Esa conexión de sentimientos, de razones por las que ser y estar.
Esa fortaleza que nacía del mismo sentido.
Esa madurez mental que compartían.
Esa pasión que hacía quemar el fuego.
Todo se desvaneció, todo desapareció. 
Se esfumó como la espuma de la cuchilla de afeitar que utilizó para intentar quitarse esas sensaciones. Esas decepciones y esos desengaños. 
Una ola llamada egoísmo lo arrolló todo. Un huracán de valoración propia hizo que el todo fuese el nada. 

Ya parece que no existe complicidad ni  energía mutua. 
Ya no existen fuegos artificiales. 
Soplas en la llama que queda perdida y a veces la pisoteas. Pisotear una flor que florece después de muchos años podrida, no tiene perdón. No tiene razón de ser en la vida de esa pequeña flor.

Así como la flor crece con el agua, se pudre con esta misma. Depende. Todo depende. A veces depende del tiempo, del amor que se le pone a las personas, las cosas o animales, de la importancia que le tomemos o de los actos que hagamos.

No hay dos primaveras iguales ni dos otoños parecidos. Nada es igual, nadie es igual. Todo cambia. Nada permanece.

Las horas pasan. Me quedo en el hoy y ahora.

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